lunes, 10 de enero de 2011

Otra vida que se fue...

Siempre me interesé en saber porque la gente le desagradan algunas cosas... como por ejemplo, tengo profundo asco a los pies, verlos, tocarlos, o que toquen los mios, jajaj pero es porque los de mi viejo son extremadamente asquerosos, olorosos y feos y de chica, me despertaba poniendo sus pies en mi cara (@%#&¬!!).
Por ende, me suelo preguntar que les llevó a las personas sentir por tal o cual cosa... o persona... lo que sea que sienta.
Y Magdalena se llevaba el primer premio al misterio. Nunca vi TAL odio al genero masculino como el de ella, en toda mi vida... sí, sabía que la ultima pareja heterosexual que tuvo, le pegaba, de hecho, pero siempre creí que había algo más. Y no me equivoqué.
Pero la semana pasada, después de largas horas de charlas, confesiones y algunas cosas más, se me cruzó esta duda... y lo plantee. Ahí no más la situación se tornó seria y me contó todo. Cosas que no me había imaginado nunca.
Y ahora presento lo que hoy será mi historia.

Me preguntaba como puede una decisión, por más simple que fuese, cambiar una vida. Y ahí estaba, una tarde, a las 4 de la tarde, en el living que nadie usaba en la casa de la madre, sentada, sudando y sin ventilador. 33º C era la temperatura, insoportable. Pero no, Magdalena no sentía el calor, o tal vez sí, pero no reaccionaba, es que en realidad, sufría una ausencia de tiempo y espacio que le impedía pensar en otra cosa, como por ejemplo que tenía mucho calor o que esos moretones se estaban poniendo cada vez mas feos, ni siquiera podía percatarse de que la sangre seguía corriendo por entre sus piernas. Mil cosas daban vueltas por su cabeza tratando de entrelazar los hechos y terminar de entender lo que había pasado.

Sí, el troglodita de Germán la había cagado a trompadas...pero no era algo nuevo, no había sido la primera vez, aunque ese día era algo más lo que lo hacía diferente.
Hacía unos meses Magda había confirmado que la vecina con la que a veces cruzaba miradas apenas perceptibles, era lesbiana. Empezó a sentir vergüenza y a la vez emoción, no sabía por qué realmente, a pesar de saber, (o creer en ese entonces) que un encuentro con la señorita en cuestión, sería imposible, por Germán, claro, si ella casi ni salía, solo para las compras y alguna que otra escapada a lo de la madre, (medio por el cual se enteró lo de la vecina) a ella misma le costaba aceptar que le gustaba, ponía como excusa que "le caía bien, nada mas".

Pero eso ya era pasado, la vecina ya no era simplemente la vecina, sino su desprendimiento de la realidad... de SU realidad. Se encontraban todas las mañanas dos o tres horas cuando el imbécil de su novio salía...
No es el punto, o tal vez si. Ese mediodía Germán le notó ese "nose qué" en los ojos. Sabía que ese día ella lo iba a dejar, y de más está decir, que no lo iba a permitir.
A todo esto, ni Magdalena ni su vecina podían dejar de imaginar lo que les esperaba a la tarde, se habían prometido mil cosas, se habían prometido una familia. Se pensaban escapar juntas. Ya habían planeado todo, cuando Germán se acueste a dormir la siesta, Magda iba a salir, antes que su querida, para que nadie sospeche, no se iban a ir juntas, directamente se iban a encontrar en el micro rumbo a Rosario, y tampoco subirían juntas al colectivo porque en el pueblo, todo se sabe, alguien las iba a ver y no tendrían ningún futuro... y Rosario... lugar elegido debido a la corta distancia del pueblo, ya que Magda no se animaba a viajar mucho por miedo que le haga mal, sus nauseas acrecentaban con los medios de transporte, debido a sus 3 meses de embarazo.

Por supuesto como toda historia dramática las cosas no salieron así, Germán y su puta intuición decidió no acostarse y revisar las cosas de Magdalena, obvio que se dió cuenta que faltaba toda su ropa, y de ahí en más, se sabe lo que pasó.

Ese día, el amor de su vida, viajo sola a Rosario, Magdalena nunca llegó, y por supuesto ella pensó que se había asustado. Todo lo que habían planeado, tener una familia, un bebe, que iba a ser de las dos, la confianza en la futura felicidad. Todo eso, destruido. La decepción de que Magda nunca llegue, no la dejó pensar en que quizás le hubiese pasado algo, simplemente pensó que se había asustado.

Y así es, Magdalena perdió a su hijo y al amor de su vida, por un hombre.
Por eso digo que siempre hay algo que lleva a la gente sentir lo que sea que siente por tal o cual cosa... o persona.




domingo, 12 de diciembre de 2010

reflexiones de madrugada

Anoche, después de una salida frustrada por tormenta, llegué a casa y me senté en la cama. Eran las 3.30 de la madrugada, y me quedé pensando, tratando de darle explicaciones a las cosas... ¿qué pasó?
Cuando era chiquita ansiaba irme a vivir sola sólo porque iba a poder invitar a dormir a todas mis a amiguitas sin tener que pedir permiso.
Después de unos años, el miedo a TODO entró en mi vida (por así decirlo) y por lo único que quería vivir sola es que en realidad nunca iba a estarlo! O sea, (similar a lo anterior) creía que viviendo independientemente de mi familia, no habría necesidad de pasar ni una noche sin compañía en mi cama...
Pero hoy, me doy cuenta (mal que me pese) que todo eso (como varías cosas más) no corren por mi cuenta, y que, no porque yo tenga miedo, siempre va a tener que estar una persona dispuesta a cuidarme o el simple hecho de hacerme compañía en esa cama de mierda, que a pesar de ser de una plaza, se me hizo gigante esta madrugada...

jueves, 18 de noviembre de 2010

Fue como el viento!!!

Fue tan rápido!! Así como llegó, se fue! (no sin antes robarme un par de besos, de los cuales no me quejo) pero también: así quedé yo! altamente desorientada, como cuando pasa un ventarrón de esos que te vuelan la pollera y te dejan los cachetes colorados. Exacto. Ella tuvo el mismo efecto en mí.

Un recuerdo de mierda.

Me arrancaste de las manos la inocencia que todavía me quedaba, te sentiste lo suficientemente superior a mi, como para disminuirme al punto de no saber como defenderme.
A veces creo que me arruinaste la vida para siempre, siento tanto miedo, y tanta vergüenza, hijo de puta… quisiera encontrarte hoy… quisiera creer que si eso pasa, voy a ser yo, capaz de mutilarte tu órgano tan preciado…
Que ser repugnante, con sus instintos bestiales, incapaces de sentir compasión.

Me importa un pito

Para hacerle honor al nombre del blog, la primer entrada, será por lo tanto: "Me importa un pito" de Oliverio Girondo.

Me importa un pito

No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.